Dice la creencia popular que es en la cabeza donde se pierde gran parte del calor corporal (hasta un 45%) cuando el ser humano se expone a un ambiente frío y, aunque se trata de una teoría falsa demostrada científicamente, lo cierto es que tampoco está muy desencaminada. El cuerpo pierde su temperatura corporal por culpa de cualquier zona expuesta a la intemperie, aunque son las extremidades (brazos y piernas) las primeras en acusar esta pérdida de temperatura y la cabeza, normalmente poco abrigada, una de las principales culpables de producir el descenso térmico corporal.
La pérdida de calor corporal
El organismo tiene la capacidad de regular su temperatura interna dentro de ciertos límites, independientemente de la temperatura externa. Se trata de un importante proceso en el ser humano, la termorregulación corporal, necesario para equilibrar la ganancia (termogénesis) y pérdida (termólisis) de calor, cuya finalidad no es otra que mantener una temperatura corporal estable. La Medicina considera que el valor promedio de una temperatura corporal normal se sitúa aproximadamente en 37°C, aunque estudios más recientes sugieren que la temperatura promedio en adultos saludables es de 36.7°C.
Sabiendo esto, ¿por qué un ciclista abrigado correctamente pasa frío sobre su bicicleta? ¿No es suficiente con llevar prendas largas, chaqueta y guantes? Para conocer la respuesta a esta pregunta, es necesario saber cómo actúa el cuerpo humano ante las bajas temperaturas. Como todo ser vivo, el instinto de supervivencia del organismo tiene sus prioridades, siendo los órganos vitales los que reciben una mayor protección térmica a través del flujo sanguíneo y las extremidades, las primeras en congelarse. Este es el principal motivo por el que muchos alpinistas padecen congelaciones en manos y pies cuando se enfrentan a retos extremos en condiciones de frío intenso.
Otro aspecto a tener en cuenta es que las zonas del cuerpo en movimiento también reciben más aporte de sangre y, por tanto, se mantienen más calientes que otras. Sobre la bicicleta, las manos permanecen en una posición más o menos estática sobre el manillar, convirtiéndose en uno de los focos de pérdida de calor corporal. Lo mismo sucede con los pies que, a pesar de estar continuamente en movimiento por la acción del pedaleo, mantienen una posición estática sobre el pedal y además son la extremidad más alejada del corazón, recibiendo menos irrigación en condiciones de frío intenso. Por no mencionar que, con la bicicleta en movimiento, el flujo de aire que reciben las extremidades también es un factor agravante.
En lo que respecta a la cabeza, se trata de una de las zonas del cuerpo con más capilares y células nerviosas y, por tanto, más sensible a los cambios de temperatura. Tampoco hay que olvidar que es una de las zonas más expuestas del cuerpo y que, sobre la bicicleta, también permanece en posición más o menos estática recibiendo un continuo flujo de aire, por lo que se convierte en un importante foco tanto de pérdida de calor corporal como de enfriamiento del flujo sanguíneo, sobre todo en las zonas de rostro, cuero cabelludo, orejas y cuello.
¿Cómo pedalear de forma cómoda en invierno cuando la ropa de abrigo no es suficiente? Reforzando la protección térmica en manos, pies y cabeza. Unos guantes de calidad, o incluso un par de guantes (unos finos debajo y otros más gruesos encima) son la opción más recomendable. En los pies, la solución es similar, pudiendo elegir entre llevar unos calcetines de calidad o un par de calcetines, y accesorios como cubrebotas o botas térmicas específicas para condiciones extremas. Y en lo que respecta a la cabeza, nada mejor que un pañuelo tubular o pasamontañas bajo el casco para proteger las zonas más propensas a enfriarse.