La mayoría de bikers de Élite basan sus entrenamientos en una combinación de rutas de carretera con otros planes específicos para montaña. ¿Es bueno combinar ambas modalidades? La respuesta es sí. La carretera ofrece un entrenamiento muy variado y ameno, pudiendo disfrutar de nuevas maneras de rodar (en grupo, a relevos, etc) que rompen con la monotonía que puede causar un entrenamiento basado solamente en la montaña, además de mejorar la resistencia aeróbica de un ciclista de forma implacable.
La gran mayoría de entrenamientos sobre una bici de carretera tienen como objetivo principal el mejorar la resistencia aeróbica de un ciclista. Suele tratarse de salidas de larga duración (varias horas) donde el esfuerzo realizado sobre la bicicleta de carretera es constante y muy lineal. En los entrenamientos de montaña, el esfuerzo realizado suele ser mucho más explosivo, con continuos arranques y paradas en el pedaleo.
Otra ventaja añadida de los entrenamientos en carretera es el menor desgaste del equipo rodando sobre el asfalto. En la montaña, los componentes de una bicicleta son sometidos a un desgaste mucho mayor, muy especialmente cuando las condiciones del terreno no son idóneas (barro, piedras, raíces, vegetación, etc). Lógicamente, un corredor de MTB está obligado a depurar su técnica rodando por los más variados terrenos montañosos, sobre todo a la hora de entrenar con series o con ejercicios de alta intensidad para potenciar el rendimiento explosivo.
La posibilidad de combinar entrenamientos de carretera con entrenamientos específicos de montaña es una opción ideal para todos aquellos ciclistas que buscan mejorar su rendimiento en todos los aspectos. Realizar entrenamientos de larga duración en carretera mejora de forma drástica la resistencia aeróbica, mientras que las rutas de montaña habituales mantienen la potencia explosiva y técnica al máximo nivel, incrementando gradualmente el rendimiento físico gracias a la combinación de ambas modalidades.