Dietas milagrosas que hacen perder muchos kilos en muy poco tiempo, pastillas y cremas para adelgazar que prometen eliminar la grasa del cuerpo, aparatos increíbles que tonifican los músculos sin apenas esfuerzo. Todos estos mensajes publicitarios, tan extendidos en la televisión y las revistas, no son más que mentiras dirigidas a personas desesperadas por perder peso de la manera más rápida y sencilla posible. El único secreto para conseguir tal propósito es el déficit calórico, que no es otra cosa que consumir menos calorías de las que se gastan, sin productos milagrosos de por medio.
El déficit calórico
El déficit calórico es, explicado de forma sencilla, el estado en el que el organismo se encuentra cuando consume más calorías de las que recibe. Dicho de otro modo, se trata de mantener un balance calórico negativo, ya sea aumentando la tasa metabólica del cuerpo mediante ejercicio físico, reduciendo las calorías en la dieta, o mediante una combinación de ambas cosas si se quieren obtener resultados de forma rápida. Sin déficit calórico no se pierde peso ni se quema más grasa, sean cuales sean la dieta empleada y los ejercicios realizados, por mucho humo que vendan las empresas dedicadas a engañar al inocente consumidor.
Si el déficit calórico es lo único que importa para adelgazar, ¿por qué se pierde peso con muchas de las denominadas dietas milagro? En primer lugar, porque se trata de dietas en la mayoría de ocasiones muy restrictivas en calorías y pobres en nutrientes, lo que hace que el cuerpo se proteja de estas restricciones, para garantizar su supervivencia, con una reducción del metabolismo basal (el consumo de energía en reposo) y con una pérdida de masa muscular preservando la masa grasa, mucho más eficiente como depósito de energía.
Esto da lugar a una pérdida de peso, casi todo agua y músculo, durante los primeros días de una dieta milagrosa, llevando a la gente a creer que el método funciona. Nada más lejos de la realidad, se trata únicamente de los efectos de un metabolismo ralentizado que, en el momento en que se retorna a una alimentación normal, lleva nuevamente a la recuperación del peso perdido y a una mayor dificultad para mantenerlo: lo que se conoce en el mundo de la nutrición como efecto rebote.
La manera más efectiva de perder peso y reducir la grasa del cuerpo es, simplemente, mantener durante un tiempo determinado (en función de los resultados que se quieren conseguir) un déficit calórico mediante un aumento de la actividad física, una reducción de las calorías consumidas o una combinación de ambas cosas. Es posible mantener una dieta equilibrada sin pasar hambre ni otras penurias siempre y cuando se tengan controladas las calorías que se ingieren, ya sea eligiendo alimentos de bajo índice calórico, ya sea quemando más calorías mediante la práctica de actividades físicas. Si una persona ingiere 2.000 calorías al día y gasta 2.500, pierde peso y grasa, del mismo modo que si ingiere 2.500 calorías y gasta 2.000, tiende a ganar peso y masa corporal; no hay más secretos.