Que el ejercicio físico es beneficioso para la salud, nadie lo pone en duda. Que entrenar de forma regular mejora el rendimiento físico, tampoco. Sin embargo, hay momentos o situaciones en las que la decisión más inteligente pasa por tomarse uno o varios días de descanso, tanto para evitar caer en el sobreentrenamiento como para prevenir lesiones y/o accidentes derivados de una mala predisposición al ejercicio.
¿Cuándo dejar de entrenar?
1. Cuando no se ha dormido la noche anterior: el sueño es el proceso más importante del organismo para su recuperación. A nivel fisiológico, una noche sin dormir o de muy mala calidad de sueño afecta a la habilidad del organismo para procesar la glucosa y provoca la disminución de la temperatura corporal basal, que no es otra que la responsable, entre otros factores, de la constancia del ritmo cardíaco. A nivel mental, la persona se vuelve más lenta y menos precisa, así como más predispuesta a padecer otros problemas como un aumento de la percepción de dolor, un mayor agotamiento, trastornos gastrointestinales y una mayor debilidad del sistema inmunitario, con el correspondiente riesgo de infección.
2. Cuando se ha ingerido alcohol: el alcohol es una de las drogas aceptadas e integradas en la sociedad, a pesar de tratarse de una sustancia que, además de provocar todo tipo de enfermedades (hepáticas, oncológicas, cardiovasculares, neurológicas, psiquiátricas, etc) también está directamente relacionada con las muertes en la carretera, ya sea de conductores, de atropellados, o de ambas partes. El alcohol actúa intoxicando el sistema nervioso central ejerciendo un efecto depresor de sus funciones, lo que se traduce en una mala coordinación y equilibrio, una disminución de la atención y los reflejos, un mayor tiempo de reacción y una merma en la capacidad para calcular la velocidad y las distancias, con el riesgo que ello conlleva para el deportista y para los que le rodean.
3. Cuando hay lesión, dolor o enfermedad en curso: salir a entrenar en pleno proceso de recuperación postoperatoria o de lesión, padeciendo algún tipo de dolor que no desaparece, o incluso bajo los efectos de alguna infección vírica como, por ejemplo, la gripe, no es recomendable en ningún caso. Aunque el ejercicio físico es beneficioso para el ser humano, hay que tener en cuenta que se trata de una actividad que demanda un mayor trabajo en diversas partes del organismo, y que en caso de disfunción de alguna de estas partes, se puede terminar agravando el problema en lugar de mejorarlo.