El desgaste psicológico, más reconocido como el sentirse decaído o simplemente carecer de motivación, es resultado de la sobrecarga que las personas se imponen en sus responsabilidades, ya sea en el ámbito laboral, doméstico o incluso sobre la bicicleta. La mayoría de los individuos comparten una característica común: evalúan sus éxitos según las victorias alcanzadas. Y este es el gran error, ya que en lugar de eso, hay que considerar el progreso logrado.
Adiós a la sensación de fracaso, hola a la motivación
La fatiga mental o psicológica surge cuando una persona experimenta la sensación de fracaso al no alcanzar las metas que se había propuesto. En el caso de los ciclistas, entrenar intensamente bajo un sol abrasador, una lluvia gélida o simplemente enfrentarse a un resfriado con el propósito de mejorar en la bicicleta, solo para descubrir que en la última carrera ni siquiera pudo cruzar la línea de meta, es suficiente para caer en un abismo sin fondo de difícil solución.
¿Cómo evitar la inevitable bajada de ánimo que todo deportista siente en algún momento (o muchos) de su vida? Adoptando una perspectiva diferente que valore más el progreso logrado que los resultados obtenidos. La mente es el motor principal del cuerpo, y al igual que se entrenan los músculos y la técnica para rendir sobre la bicicleta, hay que entrenar la mente para aceptar los resultados sin sumirse en el temido agotamiento psicológico.
¿Cómo se entrena la mente para ello? No está de más decir que cada individuo, así como su forma de pensar y de plantearse la vida, es único. Sin embargo, los siguientes consejos se pueden aplicar a nivel universal y son perfectamente válidos para evitar caer en esas épocas de bajón que todo el mundo tiene de vez en cuando, o al menos distanciarlas mucho más en el tiempo.
Medir las victorias en función del esfuerzo realizado y no del resultado obtenido es el primer consejo a seguir. Es frustrante darlo todo en una carrera y terminar en la parte más baja de la tabla clasificatoria, pero esto no debe ser motivo de alarma. Hay que tener en cuenta que la verdadera victoria radica en haber logrado terminar la carrera, algo que muchas personas ni siquiera aspiran a soñar.
El rendimiento máximo de un deportista, tanto en el entrenamiento como en la competición, es el único camino para progresar lentamente pero de manera inexorable hacia el éxito. A través de la constancia y la progresión, cada persona va a poder progresar en sus metas sin apenas darse cuenta de ello.
Restar importancia a las responsabilidades y potenciar la pasión es el segundo consejo a seguir. Todo deportista se involucra en una disciplina por una única razón: es lo que más le gusta hacer. Sin embargo, la dureza de los entrenamientos, los resultados a veces desfavorables y la progresión lenta del rendimiento después de alcanzar ciertos límites convierten esa pasión en una suerte de responsabilidad que afecta la salud mental del deportista.
Dicho de otro modo: cuando el deporte por afición se convierte en trabajo por obligación, pierde todo el interés. Las actividades realizadas con pasión hacen que la rutina sea más llevadera, por lo que la mejor opción es incorporar en los hábitos deportivos aquellas cosas que más gustan (rutas preferidas, ejercicios motivadores, música, compañeros, masajes, etc.) con el fin de superar cualquier bache en el camino hacia el progreso y las metas fijadas.
El tercer consejo e igual de importante que los dos anteriores es cuidar la mente como se cuida el cuerpo. El cerebro humano es uno de los órganos que más energía consume, por lo que una alimentación e hidratación adecuadas son fundamentales para su buen funcionamiento. El descanso también es crucial en el entrenamiento deportivo y, para el cerebro, es vital para aliviar el estrés y potenciar la motivación.
Hay que establecer hábitos de sueño bien definidos para potenciar la recuperación óptima del cuerpo y la mente. Y por supuesto, en situaciones de bajón o agotamiento psicológico, es fundamental alejarse de sustancias depresivas como el alcohol, medicamentos sin receta y alimentos procesados, que si bien pueden suponer un alivio temporal, a la larga solo contribuirán a agravar el problema.