En España, la justicia parece tener catalogados a los ciclistas como poco más que alimañas rodando por montes y carreteras. Conductores borrachos, drogados y reincidentes que atropellan y matan, o comuneros que se dedican a poner trampas en los montes con la intención de herir (o matar) a algún ciclista despistado, no tienen más castigo que el de pasar por el juzgado de turno para escuchar como el juez les concede la libertad, en el peor de los casos con unos pocos días previos de cárcel.
El último escándalo de esta incomprensible justicia española llega desde la Sección Quinta de la Audiencia Provincial de Pontevedra, con sede en Vigo, donde el tribunal encargado de llevar el caso contra la Comunidad de Montes de Valladares ha absuelto a los cuatro comuneros acusados de dejar paralítico a un ciclista en 2014. Y no solo eso, además los absuelven de cualquier tipo de compensación económica, por lo que el ciclista además de quedar paraplégico por la acción de cuatro desalmados sin escrúpulos, no recibirá ningún tipo de indemnización. ¿Por qué esta sentencia? Según el tribunal, no existen pruebas que justifiquen la autoría de los cuatro comuneros, ni tampoco está acreditado un clima de animadversión contra los ciclistas en la zona del suceso.
Para cualquier lector despistado, la sentencia puede parecer muy lógica y, de hecho, si no existen pruebas que incriminen a los cuatro acusados, es así. El problema es que a pesar de ello, no se ha hecho justicia. Todos los ciclistas de la zona de Valladares saben muy bien que es frecuente encontrarse trampas en los montes dirigidas a ellos (¿no hay clima de animadversión contra los ciclistas?) y, que los comuneros, al menos los acusados, no son precisamente muy amigos de los amantes de los pedales.
Otra cuestión importante es que la piedra que dejó al ciclista paralítico no era una piedrecita cualquiera. Era una roca de unos 200 kilos situada en un punto estratégico, justo después de un salto en una pista del monte Alba, muy frecuentada por ciclistas, y que para moverla o bien se requirió la fuerza de varios hombres, o bien se empleó maquinaria pesada para ello, algo que solo pudieron realizar los responsables de la Comunidad de Montes de Valladares tal y como ya habían hecho en otras pistas colocando troncos de árboles. Pero claro, no hay pruebas de ello salvo el boca a boca de los ciclistas para no caer en las trampas, y la palabra de los comuneros, que niegan cualquier acusación. ¿Se mueven solas las piedras y los troncos de árbol? Por supuesto que no.