La termorregulación, también conocida como regulación corporal de la temperatura, es la capacidad que tiene un organismo biológico para modificar su temperatura dentro de ciertos límites, independientemente de la temperatura externa. Se trata de un importante proceso en el ser humano, necesario para equilibrar la ganancia (termogénesis) y pérdida (termólisis) de calor, cuya finalidad no es otra que mantener una temperatura corporal estable.
La termorregulación
La temperatura considerada regular del organismo humano varía dependiendo de su sexo, su actividad reciente, el consumo de alimentos y líquidos, la hora del día y, en las mujeres, de la fase del ciclo menstrual en la que se encuentren. La Medicina considera que el valor promedio de una temperatura corporal normal se sitúa aproximadamente en 37°C, aunque estudios más recientes sugieren que la temperatura promedio en adultos saludables es de 36.7°C.
Los dos factores que alteran significativamente la temperatura corporal del ser humano son la generación de calor interno, por ejemplo durante la práctica de ejercicio, y el calentamiento o enfriamiento ambiental. Durante el ejercicio, los músculos producen hasta 15 o 20 veces más calor que el producido en reposo, activándose dos mecanismos (sudoración y vasodilatación) encargados de disipar el exceso de calor desde la piel al exterior. En este proceso de enfriamiento del cuerpo entran en juego la termorregulación comportamental y la termorregulación autónoma, la primera basada en las propias acciones del usuario (ponerse más capas de abrigo o menos, posibilidad de regular la temperatura ambiental) y la segunda basada en una serie de procesos corporales activados de forma subconsciente.
Aunque la termorregulación corporal es un mecanismo muy eficiente del organismo, es responsabilidad de cada persona el equiparse y actuar de forma adecuada según sean las condiciones externas. Explicado de forma práctica, el cuerpo humano es incapaz de autorregular su temperatura si la persona permanece desnuda en un ambiente bajo cero, del mismo modo que tampoco lo hace si la temperatura externa es muy alta y la persona realiza una actividad física muy intensa sin hidratarse ni equiparse correctamente.
Sabiendo que los músculos incrementan de forma notable la temperatura interna del cuerpo, la termorregulación comportamental adquiere una especial relevancia en el mundo del deporte. El uso de ropa técnica y de las capas adecuadas, así como el hábito de hidratarse correctamente para reponer el líquido y sales minerales perdidos durante la sudoración, son de vital importancia tanto en condiciones de altas temperaturas como en el caso opuesto, cuando el frío es el protagonista.
Los efectos de diferentes temperaturas corporales
Sudar en exceso, tener escalofríos, mareos, náuseas o ligeros temblores son síntomas que todo deportista ha vivido en sus carnes alguna vez. Se tratan ni más ni menos que de los primeros efectos que causan diferentes temperaturas corporales, todos ellos relacionados directamente con el tipo de equipación puesta, con el nivel de hidratación de la persona y, obviamente, con la temperatura y humedad ambiental.
Temperatura corporal alta:
- 38ºC: se produce un ligero sudor con sensación desagradable y un mareo leve.
- 39°C: existe abundante sudor acompañado de rubor, taquicardia y disnea. Puede surgir agotamiento. Los epilépticos y los niños pueden sufrir convulsiones llegados a este punto.
- 40°C: mareos, vértigos, deshidratación, debilidad, náuseas, vómitos, cefalea y sudor profundo.
- 41°C: todo lo anterior más acentuado, también puede existir confusión, alucinaciones, delirios y somnolencia.
- 42°C: además de lo anterior, el sujeto puede tener palidez o rubor. Puede llegar al coma, con hiper o hipotensión y una gran taquicardia.
- 43°C: normalmente aquí se sucede la muerte o deja como secuelas diversos daños cerebrales, se acompaña de continuas convulsiones y shock. Puede existir el paro cardiorrespiratorio.
- 44°C: la muerte es casi segura; no obstante, se tienen datos de personas que han llegado a soportar 46°C.
- 47°C o superior: no se tienen datos de personas que hayan experimentado esta temperatura.
Temperatura corporal baja:
- 35°C: se llama hipotermia cuando es inferior a 35 °C. Hay temblor intenso, entumecimiento y coloración azulada/gris de la piel.
- 34°C: temblor grave, pérdida de capacidad de movimiento en los dedos, cianosis y confusión. Puede haber cambios en el comportamiento.
- 33°C: confusión moderada, adormecimiento, arreflexia, progresiva pérdida de temblor, bradicardia, disnea. El sujeto no reacciona a ciertos estímulos.
- 32°C: alucinaciones, delirio, gran confusión, muy adormilado pudiendo llegar incluso al coma. El temblor desaparece, el sujeto incluso puede creer que su temperatura es normal. Hay arreflexia, o los reflejos son muy débiles.
- 31°C: existe coma, es muy raro que el sujeto esté consciente. Ausencia de reflejos, bradicardia grave. Hay posibilidad de que surjan graves problemas de corazón.
- 28°C: alteraciones graves de corazón, pueden acompañarse de apnea e incluso de aparentar estar muerto.
- 26-24 °C o inferior: aquí la muerte normalmente ocurre por alteraciones cardiorrespiratorias. No obstante, se han reportado casos de pacientes que han sobrevivido a bajas temperaturas aparentando estar muertos a temperaturas inferiores a 14°C.
- 13°C o inferior: No existen datos de personas que hayan soportado estas temperaturas.